Los orígenes del Romanticismo Literario europeo se han situado por algunos autores en los “lake poets” ingleses de finales del siglo XVIII, pero lo cierto es que la teoría filosófica que sostiene al movimiento cultural se desarrolla en Alemania a partir de 1796. La primera fase del Romanticismo alemán tiene lugar en Jena, en una época en la que los sucesos históricos determinarán el futuro de Europa durante muchos años: primero la revolución francesa, más tarde la invasión napoleónica y al final la restauración.
A partir de 1796 se encuentran en Jena los hermanos Schlegel, Fichte, Friedrich von Hardenberg (Novalis), Tieck y Schelling, a los que se unirá Schleiermacher desde Berlín. Este grupo de autores mantiene una estrecha relación, tanto personal como cultural y desarrolla una teoría literaria que va a acabar con el clasicismo francés dominante en Europa. Los autores huyen del uso de la razón como articulador de la literatura y desarrollan un sistema propio, basado en varias premisas, nuevas y únicas hasta entonces. La fantasía sustituye al raciocinio, la ironía se instala en la literatura y se postula lo que Friedrich Schlegel llamará “Universal Poesie”; regreso a los clásicos griegos, verdaderos dueños de la literatura no falsificada; mezcla de géneros y la idea de universalidad y movimiento continuo. La poesía es para los románticos una poesía progresiva, que incluye todas las facetas del saber humano, desde la filosofía hasta el ensayo, con la finalidad de crear un género único, que incluya todos los géneros literarios anteriores. Es una teoría dirigida al futuro. Buscan, en términos simbólicos, “die blaue Blume”, la flor azul, símbolo final de la vida romántica. Mientras que en Alemania esta teoría va a determinar el desarrollo del Romanticismo en su primera época, llegan los textos de los autores antes citados tardíamente a España de la mano de J. Böhl de Faber, padre de Fernán Caballero, pero sin que sean tenidos demasiado cuenta en la península.
Se puede decir sin lugar a equivocarse, que no habría habido primera fase del Romanticismo alemán sin la filosofía del Idealismo alemán. Fichte será al principio el elemento aglutinador, aunque pronto los hermanos Schlegel y Novalis desarrollan ideas propias, critican la filosofía de Kant, se separan parcialmente de Fichte y establecen nuevos parámetros dentro del concepto general Romanticismo. Schelling dará a la filosofía un vuelco para integrar la naturaleza y el individuo como partes del todo, invirtiendo los conceptos de subjetividad y objetividad desarrollados por Fichte.
Intentar analizar un aspecto aislado de la teoría romántica conduce no raramente a extraer conclusiones falsas. Es absolutamente necesario considerar la idea romántica “in toto” para entender qué fue lo que el Romanticismo de Jena supuso para la cultura universal, incluyendo la política. Cierto es que los románticos nunca tomaron parte activa en discusiones políticas y sus teorías sobre el Estado son solamente un complemento a su teoría filosófica. No existen muchos textos románticos que puedan considerarse exclusivamente políticos (exceptuando textos de Schleiermacher sobre organización del Estado) y esencialmente solo Friedrich Schlegel y Friedrich von Hardenberg escribieron pasajes que incluyen muy marginalmente una teoría del Estado. Curiosamente, la mejor exposición de las teorías políticas románticas se encuentra en un texto de Friedrich Schlegel, escrito como crítica a una publicación de Kant. Es en esta crítica en la que Schlegel desarrolla su propia visión del republicanismo y se aleja tanto de Fichte como de Kant. Si Fichte postula un regreso a la “ley natural” como base del establecimiento de un Estado, Schlegel añade un componente moral, que modula su concepto de democracia.
En su texto “Versuch über den Begriff des Republikanismus” (Ensayo sobre el concepto de republicanismo) como crítica a la publicación de Kant “Zum ewigen Frieden” (La paz perpetua), Schlegel excluye uno de los postulados que Kant define como propios del republicanismo. Si Kant reconoce Libertad, Igualdad y Subordinación (Abhängigkeit) como principales pilares del republicanismo, Schlegel no admite el tercero, considerándolo incompatible con la república. Para Schlegel la base de cualquier pensamiento político pasa por aceptar el postulado “Das Ich soll sein” (literalmente: el yo deberá ser) dándole por tanto a su teoría política una base individual, nunca localizada en el conjunto. Ese “deberá” podrá solamente ser alcanzado a través de una educación general personalizada.
Establece Schlegel que la base de cualquiera Constitución (Verfassung) política debe estar de acuerdo con lo que él denomina “imperativo político”. Es claramente una alusión al “imperativo categórico” de Kant y posiciona (setzt) el fin del imperativo político como el establecimiento de una Constitución que represente absolutamente los deseos de todos los ciudadanos. Schlegel sabe perfectamente que tal situación es absolutamente imposible, por lo que acude a un “sucedáneo” del republicanismo, admitiendo que solamente la voluntad de la mayoría es viable en elecciones libres, pero el final de su filosofía es pasar a obtener el consenso absoluto de todos los ciudadanos, tras usar en las primeras fases la voluntad de la mayoría como base de partida. Se intuye en este momento que Schlegel cree en una voluntad común en el momento en que la educación sea generalizada, pasando a substituir la voluntad de la mayoría. Es, curiosamente, un postulado que mucho más tarde van a adoptar también los filósofos comunistas. Claramente Schlegel no se posiciona a la hora de definir quién deberá ser el líder del sistema republicano, probablemente para eludir problemas con la crítica prusiana a la hora de publicar su ensayo. Es por tanto este republicanismo una forma de participación de todos los ciudadanos en la política del estado e incluso en algún momento Schlegel considera necesario confirmar la actuación de ese gobierno a través de una votación, cuyos resultados deberán ser aceptados por todos.
Cierto es que Schlegel se separa del concepto de Constitución expuesto por Fichte, que se apoya sobre la base de la “ley natural” y que acaba postulando que las relaciones internacionales se dirimen de acuerdo con el poder militar de las naciones. Fue Fichte el que propagó la idea de la autarquía nacional y la posibilidad de “asimilar” territorios, cuando las condiciones dentro del propio país lo requieran. Son ideas que van a encontrarse también en el programa político del NSDAP años después, pero sería ingenuo pensar que los nazis desarrollaron su programa sobre la base de la filosofía de Fichte. Ha sido precisamente esta posibilidad la que ha animado a autores a escribir múltiples ensayos en los últimos decenios, permitiendo una alta actividad publicadora a muchos docentes interesados en obtener posiciones permanentes en la Universidad.
El final de su ensayo lo dedica Schlegel al proceso de insurrección. Admite que la insurrección es legal cuando la Constitución se encuentre en peligro, pero no menciona otras situaciones en las que el derribo del gobierno sea legítimo. Es la teoría de Schlegel, pues, un alegato en favor de un republicanismo sui generis, abocado a fracasar por la enorme ingenuidad del autor, que, a pesar de todo, es capaz de reconocer lo inviable de su postura.
Las ideas político-románticas de Friedrich Schlegel se ven corroboradas en los escritos de Friedrich von Hardenberg (Novalis) que sostiene una tesis política semejante, pero la desarrolla sibilinamente para evitar problemas con la cancillería prusiana. Novalis postula que cada persona debe ser tanto como el rey y debe tener la posibilidad de ser rey. Apunta a un verdadero republicanismo, que el censor prusiano entiende, pero contra el que no puede actuar al ser el texto interpretable de diferentes maneras.
Es pues evidente que el republicanismo de los románticos se quedó en idea romántica, sin tener un resultado positivo ni una idea clara sobre una futura Constitución o un sistema de estado. Friedrich Schlegel aduce que él no es político sino filósofo y sus tesis tienen por tanto un valor universal, pero no activista.
La recepción de la literatura y la política romántica durante el primer tercio del pasado siglo en Alemania se encuentra perfectamente plasmada en la publicación de Carl Schmitt “Politische Romantik” (Romanticismo político) aparecida el año 1919. Carl Schmitt (con carnet del NSDAP hasta 1945, momento en que el partido fue prohibido) ataca fuertemente el romanticismo, considerándolo una fase depravada en la literatura/cultura alemana moderna. Acusa a los románticos de ser oportunistas políticos, sin una idea precisa de lo que política significa y sin ofrecer nunca una posición clara sobre el modelo de estado. Schmitt opina que la apuesta de Schlegel y los románticos por el individuo (Das ich soll sein de Schlegel) oculta simplemente la debilidad del sistema y sacrifica el conjunto en mor de una mal entendida subjetividad. Obnubilado por su ideario político, Carl Schmitt falla a la hora de reconocer el significado del Romanticismo (ruptura con un sistema basado exclusivamente en la razón, sin acomodo apropiado para el sujeto) en la literatura universal y sus argumentos literarios pierden objetividad debido a su extremado conservadurismo.
No muy distante de la apreciación negativa de Carl Schmitt sobre el romanticismo político se encuentra Georg Lukacs (con carnet de cualquier partido comunista europeo), aunque reconozca en silencio el verdadero significado de la literatura romántica en cuanto a movimiento dinámico y entronizador de nuevas perspectivas en la cultura del siglo XIX. A veces los extremos están tan cerca, que es imposible una diferenciación neta de sus posiciones.
La publicación del libro de R. Safranski “Romantik: Eine deutsche Affaire” (Romanticismo: Un asunto alemán) abrió hace años de nuevo la discusión sobre el efecto que el Romanticismo pudo tener en el desarrollo del nazismo en Alemania. Teniendo en cuenta que el Romanticismo fue, sobre todo, una teoría sobre la Cultura, es difícil de entender la idea de algunos publicistas acusando a los románticos como inductores de la “filosofía” nazi. Sin embargo, el mejor dato que nos puede revelar cuál fue la importancia del Romanticismo en el Dritte Reich lo aporta el mismo Joseph Goebbels, cuando escribe que él desea un “Romanticismo de acero”. Goebbels conocía perfectamente las características del Romanticismo, por cuanto había presentado en la Universidad de Heidelberg su tesis doctoral sobre Wilhelm von Schütz („Wilhelm von Schütz als Dramatiker. Ein Beitrag zur Geschichte des Dramas der romantischen Schule” (Wilhelm von Schütz como dramático. Aportación a la historia del drama de la escuela romántica) uno de los románticos menores en Alemania. El republicanismo de Friedrich Schlegel, basado en la persona como individuo, es totalmente opuesto a cualquier sistema fascista, aunque es cierto que Schlegel considere posible un gobierno temporal de “Patricios” en condiciones históricas extremas. Independiente de esta situación es el hecho de que algunas de las tesis de Fichte, desarrolladas tras las derrotas prusianas frente a Napoleón, se vieran reflejadas en la política nazi, lo cual no supone que el filósofo haya sido el “inductor” de cualquier proceso fascista, pese a su filiación “conservativa”. Nada de la teoría romántica se refleja en el espíritu fascista que dominó Europa en los años 30. Analizar una sola característica de cualquier sistema histórico y compararla, extrayendo conclusiones, con el total de otro sistema histórico no es científicamente correcto.